Entré en el trastero y miré la pila de cajas. Sabía que mi diploma estaba por ahí, en algún sitio; la prueba de que había terminado mi Máster en Geología.
Abrí las cajas, una a una, buscando la carpeta correcta. Tuve suerte con la tercera. Saqué la carpeta de la caja y la abrí con cuidado. Aunque no con el suficiente esmero como para evitar que una carta cayera al suelo. Poniendo la carpeta a un lado, estiré el brazo hacia el sobre amarillento que no estaba dirigido a nadie.
Extraje una hoja de papel que contenía una escritura densa y empecé leer. Una sonrisa iluminó mi cara al reconocer mi propia letra explicando a mi familia y amigos el motivo por el cual había decidido no terminar mi Máster en Geología: porque no podía más.
Había olvidado esta carta por completo. La carta que nunca envié pero que sirvió para calmar el alboroto en mi cabeza. Me ayudó a respirar hondo y enfocarme en terminar mi tesis.
