Pasé la última página y cerré el libro. Había disfrutado muchísimo el Ensayo sobre la ceguera de José Saramago. Hacía mucho tiempo que no me sumergía tan profundamente en una trama. Hacía años que no sentía tanta empatía por unos personajes. Yo mismo era uno de ellos.
Miré a mi alrededor en el salón. Todo estaba blanco, uniformemente blanco-crema. No sé en qué página sucedió, pero había sucedido. Me había quedado ciego.