Abro los ojos, miro hacia el techo y veo la lámpara oscilando hacia adelante y hacia atrás junto a la brisa que entra por la ventana. He estado soñando. Estábamos juntos en una plaza bulliciosa de una ciudad mediterránea. Hablábamos. Estabas a punto de decirme por qué me dejaste, por qué desapareciste de mi vida.
Cierro los ojos y vuelvo a la plaza. Miro a mi alrededor para encontrarte. No te veo por ninguna parte. La plaza está vacía. Empiezo a correr. Corro arriba y abajo por las calles alrededor de la plaza, buscándote. Necesito encontrarte. Necesito saber por qué me dejaste. Corro por una calle, giro y sigo por otra. Como la plaza, las calles están vacías. No hay nadie por ninguna parte. El sueño ha desparecido.
Vuelvo a la plaza, jadeando después de tanto correr. Me inclino hacia adelante, poniendo las manos sobre mis rodillas, y trato de respirar normalmente. Sé que la persecución es en vano. Nunca te voy a alcanzar. Me doy por vencido, abro los ojos y vuelvo a la realidad.