Abrí el cuaderno y empecé a escribir. Las palabras saltaron de la punta de mi bolígrafo como paracaidistas azules de la escotilla de un avión. El cuento fluyó como un río caudaloso en primavera. Me sentí bien. Disfruté colándome en el mundo de la novela. Disfruté sumergiéndome completamente en un universo donde la trama estaba bajo mi control.