—Escuché un programa interesante en la radio esta mañana —dijo Jo-Anne a Daniel cuando estaban sentados en el sofá, bebiendo oporto después haber acostado a las niñas—. Preguntaban a la gente en la calle cómo reaccionarían ante la oferta de un billete solo de ida hasta el borde exterior del sistema solar.
—¿Y? —preguntó él sin subir la mirada de la revista de jardinería que leía—. ¿Cómo reaccionaron?
—Había una mezcla de respuestas —respondió Jo-Anne—. Algunos estaban súper entusiasmados mientras otros parecían ofendidos por la idea.
—Yo me ofendería —indicó Daniel—. Es una propuesta indecente.
—Me lo puedo imaginar —dijo ella, sonriendo, mirando por la ventana de la sala hacia la fila de árboles que bordeaban el jardín—. Yo me iría.
—¿Qué? —preguntó Daniel, cerrando la revista y subiendo la mirada hacia Jo-Anne—. ¿Y yo? ¿Las niñas? ¿Las rosas?
—¡No te preocupes! —exclamó Jo-Anne, mirándolo a los ojos—. Hay abundantes mujeres adorables en esta tierra a las que seguro les encantaría convertirse en madrastras de las niñas y las rosas. Pero ir hasta el borde exterior del sistema solar, esa es una oferta única.