No puedo evitar sonreír al pasar nadando por la gran ventana de vidrio del lado profundo de la piscina. Pienso en la época en que apenas me atrevía a nadar en esa parte de la piscina por miedo a que la ventana se abriera de repente y escaparan los tiburones come-humanos.
Me surgen sentimientos encontrados al recordar cuán difícil era ser niño con una imaginación tan amplia, terriblemente asustado de mis propias creaciones ficticias.