Tirado en la cama, pensaba en cómo mi vida había cambiado después publicar mi colección de microrrelatos.
Había sido un éxito y se habían vendido un millón y un ejemplares. Usé el dinero para hacer realidad un viejo sueño. Compré una villa antigua sobre el Mediterráneo y pasaba mis días dando caminatas contemplativas por la playa y sentado en mi balcón con una copa de vino en un mano y un bolígrafo en la otra.
En el fondo, sabía que estos pensamientos eran solo disparates poco realistas. Sin embargo, me permitían mantener una perspectiva positiva, bajar mi nivel de estrés y me ayudaban a quedarme dormido.