—Dejé completamente de leer obras de ficción —dijo mi compañero de trabajo cuando la conversación giró hacia la lectura—. Quiero decir, no tiene utilidad.
Pensé en expresar mi opinión de que era precisamente la falta de utilidad que hizo a las obras de ficción tan interesantes y divertidas. Al final, decidí simplemente asentar con la cabeza y sonreír. Era más interesante debatir el tema conmigo mismo, en mi mente, que tratar de sembrar semillas de creatividad en la mente hiperrealista de mi compañero.